Mi Venezuela querida,
país que me vio nacer… Lugar de mis antepasados y de mi descendencia. Empiezo
esta reflexión con la aseveración “Venezuela, un país de oportunidades…” porque
es importante para mi, porque es lo que quisiera creer, y pretendo muy en el
fondo de mi corazón, hacerlo como una especie de decreto positivo, que
transformara nuestra realidad.
Pero… siempre hay un pero, y muy a mi pesar,
lo que quiero y soñaría, se tambalea ante nuestra realidad.
Para hablar de
Venezuela debemos ubicarla dentro del contexto histórico que se haya vivido y
de la percepción que se tenga o haya tenido.
Evidentemente cada cual
tiene una visual objetiva o sesgada. Sin intención de filosofar, ni entrar en
profundidades escabrosas, veo esta historia con muchas vías, muchas de ellas
encontradas, tanto que con vértigo se me antoja enredada como kilo de estopa.
Desde siempre,
Venezuela una estrella palpitante al norte da la América del Sur, un lugar
atractivo por su ubicación privilegiada, por sus riquezas y oportunidades.
Infinidad incontable de personas de diferentes países la vieron como la tierra
de gracia para hacer sus asentamientos en ella y formar familia y echar raíces.
Y Venezuela como una madre aceptó a sus hijos, los nacidos y los adoptados sin
restricciones. Y así nos mezclamos.
Vi crecer a mi país
vertiginosamente, con el esfuerzo de nacionales y de los importados. Y esto lo
vi, no me lo han contado…
Recuerdo mi Caracas de
los techos rojos y las casas con zaguán, jardines interiores y puertas con
vitrales espectaculares. Viví en la Pastora, de Dr. González a Ceiba en el
número 57, una casa en las alturas… para acceder a ella tenías que encaramarte
en las aceras altas de nuestra ciudad. Vivía cerquita de la Iglesia de la
Pastora, festejábamos las misas de gallo y esperábamos en la puerta de la
iglesia a los matrimonios salir… nos bañaban de arroz y lanzaban las moneditas
de plata… las arras. Ahí vivía cuando un terremoto espeluznante movió nuestra
ciudad, ese ruido ensordecedor, el cielo de un color aterrorizante y los gritos
de la gente, no los podré borrar de mi memoria. Y tampoco olvidaré el cuatricentenario
de Caracas, aún conservo en físico un librito que editaron con ocasión de esos
festejos. Hablaba en él de nuestra historia, de los colonizadores. Mi ciudad
natal, capital de mi Venezuela, era como una semilla que germinó y las
carreteras y autopistas crecían semejando las raíces. Parecía que vivíamos a
una velocidad fuera de serie… Un día, pegado a la pared, un teléfono negro con
un circulo con números para discar, otro día uno beige con botones y hoy todos
con teléfonos celulares. Un día, unos muebles aparatosos, algunos con unas
antenas que parecían bigotes invertidos otros con antenas encima de las casas,
que había que moverlas para recibir una señal nítida… televisores, veíamos en
blanco y negro, luego llegó a color… guao, que maravilla. Las casas fueron
dándole paso a los edificios y centros comerciales que crecían a manera de
hongos. Llevábamos un crecimiento sostenido que era palpable y visible. Y lo
relato y lo comparto para evidenciar que yo estuve ahí y aún estoy aquí. Lo
comparto porque en mi recuerdo palpita esa época, en que estábamos convencidos
que con el sudor de nuestro esfuerzo intelectual y laboral lograríamos “ ser
alguien” era lo que nos decían en la familia. Y así crecimos, veíamos posible
la oportunidad de tener movilidad social a través del estudio y el trabajo.
Ascendíamos a vivir mejor, a viajar y tener “oportunidades”. Pero me despierta
como una cachetada, como un baño de agua helada ver cómo ha cambiado nuestra
historia. Hoy es más rentable conseguir divisas para venderlas en el mercado
paralelo, que ir a una universidad y hacer una carrera profesional. Es más
rentable ser un bachaquero que estudiar. Y ni quien lo dude, tener una
profesión no te garantiza poder vivir con decencia, a menos que solo te llene
el ego que te llamen licenciado o doctor, aunque te estés muriendo de hambre.
Nos esforzábamos para tener esa movilidad social que existió desde los primeros
años de nuestra democracia. No exagero al afirmar que en Venezuela se castiga
el talento y la no aceptación de ser genuflexo a las exigencias del régimen que
nos gobierna. No se premia ni se valora el esfuerzo en ser decente, al
contrario, se premia la sumisión a ultranza que tengas para lo que te ordenan.
Y así vemos desdibujado el panorama de valores. Detentan puestos de jerarquía
personas que no tienen formación curricular para tales. Ministros que no tienen
idea de lo que debe hacerse, porque no tienen preparación para la esencia de su
existencia. Y lo peor, una incongruencia inaceptable de ver magistrados con prontuario
judicial. Zamuros cuidando muertos... Lo que sucede hoy es el acabose, el
extremo de la desvalorización del esfuerzo y del talento. Y para qué esforzarse
si eso no tiene valor ¿? El baremo se tergiversó al cambiar los parámetros de
la movilidad social y cercenar la posibilidad de ascender para tener el
desarrollo pleno de las potencialidades para vivir bien. Nuestros jóvenes
profesionales, los que llamamos la generación de relevo, simplemente no ven
futuro quedándose en nuestro país porque sienten que perderán los mejores años
de su vida productiva, sin traer a colación la inseguridad desde todo punto de
vista.
Es un negro panorama en nuestra historia con
un costo social muy elevado y de pronóstico reservado. Para muchos las
oportunidades están, para otros simplemente no existen. Me he preguntado en qué
grupo me encuentro yo ? En qué grupo se encuentran los mios ? No tengo
respuestas. Me siento como cucaracha en baile de gallinas. Solo se que tengo la
sensación de haber perdido el tiempo en mi vida en la escogencia de unas
carreras que no me sostienen. De estar viviendo en una especie de pesadilla de
la que quisiera despertarme. Pero nada de eso da respuesta a mis interrogantes,
ni le da salida a nuestra situación.
Y así vuelvo a mi
apreciación inicial. Venezuela, país de oportunidades…
Todo dependerá de la
posición en la que se encuentre cada quien. Si está enchufado o no. Si tiene
valores o no.
Que lamentable
panorama, esperemos sea cierto el dicho que dice ... Mientras mas oscura es la noche más cerca
está el amanecer
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