jueves, 9 de junio de 2016

En el país de las maravillas? Por Irma Gómez Párraga.



Extraviada  como ustedes,  dentro de tantas tribulaciones cotidianas en la búsqueda de  soluciones a todo,  alimentos, medicinas, atención médica, repuestos… y de nuestro país y de nuestra historia que se ha perdido en este mar de problemas e incertidumbres. Existen días  confusos, en los que se suma la noche con el día, y perdemos la perspectiva de si estamos dormidos o despiertos. Una y otro se convierten en una pesadilla inconmensurable, eterna,  que nos da la sensación de querer de verdad estar dormidos y no despertar, o sencillamente no dormirnos, y quedarnos despiertos con la esperanza  que sea un mal sueño.  Ayer fue un día agotador, uno de esos que se han vuelto rutina en nuestra vida, llegué cansada de la realidad palpable y cansada también,  de esa historia positivista que a diario me invento de un mañana mejor, que todo pasará, que es transitorio y que estamos muy cerca de lograr la paz que necesitamos  porque andamos por el camino correcto, el LEGAL, ese que se va desarrollando a pulsito,  sin desesperarnos (aunque confieso no lograrlo del todo),  lo que está en nuestra constitución. Y  como decimos en Venezuela, no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista.  Y por aquello de que no salga de nuestras bocas nada que pueda decretarse  y continuar afianzando esta realidad que supera las pesadillas…
Pero anoche (después de muchos días de la búsqueda de soluciones a un problema médico), justamente me acosté cansada, muy cansada, en cuerpo, en alma y en espíritu y me entregué a los brazos de Morfeo.  Era una especie de túnel del tiempo, mi cuerpo adolorido se adhería a las paredes del mismo,   sentía mi renuencia a  dejarme llevar por ese torbellino, pero finalmente me venció y seguí mi viaje.  En él se editaron  miles de escenas, todo lo que a diario vivimos y sabemos y,  lo que presumimos y no sabemos…  linchamientos de culpables e inocentes, colectivos empoderados haciéndose dueños de la calle y de nuestros destinos, funcionarios policiales secuestrando y robando, centenas de motos ensordecedoras en todas direcciones, una colisión mortal en un semáforo inservible, ciudadanos comunes fungiendo de  semáforos, vestidos de verde, amarillo y rojo,  para sustituir su carencia.  
Gente en todas direcciones haciendo colas para todo, una pasarela (Montañalta) balanceándose peligrosamente con un gentío montado en ella… y mi corazón se aceleraba y mi respiración se entrecortaba. Estaba agitada pero dormida,  editando mis vivencias y las de casi todos los venezolanos, porque salvo pocas excepciones (los enchufados)  ésta es nuestra triste realidad.    
Soñaba que hacía una cola debajo de un sol inclemente, gente iba y venía, se armaban focos de conflictos entre nosotros y la guardia ataviada como unos trajes al estilo de transformers,  nos atacaban, rodaban ancianos, mujeres embarazadas, niños, ladraban perros… pasó un motorizado y su copiloto le arrancó una bolsita a una pobre viejita flaquita, casi sin carne para una empanada, ella luchó con sus disminuidas fuerzas para no dejarse quitar lo poquito que tenía en ella,  pero que le había costado un mundo conseguir, esa escena estaba en mis sueños pero también estuvo en la realidad, lo ví y lo viví… 
Ver esa señora rodar por el pavimento y ver a la gente sin inmutarse siquiera, ni tenderle una mano para levantarla… ella sollozó y yo no pude dejar de hacerlo. 
Sentí que me embargaba una inmensa tristeza, verme quizá yo a futuro en esa misma vivencia… 
Me entró un escalofrío tremendo, eso no es lo que yo deseo… 
Luego llovía y empapadita me tocaba el turno de entrar a ese lugar que,  de tanto esperar veía inalcanzable, su puerta enorme desde donde se escuchaba una especie de eco… era como una boca gigante que me iba a tragar…  y nada,  delante de mi otra persona se llevaba un arroz, una pasta, una margarina, un aceite de una marca desconocida para mi…  se habían acabado los  veintiúnicos  alimentos regulados  que se ofrecían ese día, el día que tengo que esperar semana a semana para ir a buscar los alimentos… esperar nuevamente la llegada de mi turno por el número de cédula… una semana más.  
Sin embargo, para no perder la costumbre de deambular.  entro a ver si por casualidad sacan huevos o alguna otra cosa. 
Una especie de milagro… 
Una “sensación” de vacío en el estómago, la de la falta de alimentos y la del desasosiego y la desesperanza de no encontrarle salida a esto.  
En los anaqueles, montones de artículos para la limpieza.  Frijoles bayos. Condimentos. 
Pero estoy dormida, las escenas pasan de una  a  otra, y regreso al pasado, a ese en el que hacía mi lista de mercado. 
Se acuerdan??? 
hoy compraré Mazeite  porque es para la ensalada, aunque tengo una gama entre los que puedo escoger,  quiero Aceite de Oliva extra virgen, mantequilla del Lactuario Maracay, es la que me gusta, es riquísima, uhmmm quisiera cocinar un pastillo, voy a buscar  pasta Ronco, pero no la instantánea, sino la que cocina previamente, es que no me gusta la textura que le queda a la otra… se me antoja colocarle queso mozzarella encima y pecorino rallado  con pimienta… y su salsita bechamel, hecha con harina de trigo y leche uhmmmm que rico… pero sigo soñando… y  llego al Supermercado CADA en Montalban,  ese que queda al lado del Teo Capriles, y a su vez  al lado del Grupo Escolar Pedro Fontes, y a su vez al lado de un enorme autocine… recuerdos mi infancia. 
Guaoooo...  
Entrar ahí era como entrar en un parque de diversiones, había miles de pasillos con infinidad de delicias. Cereales de todas las marcas, leches enteras, completas, descremadas, deslactosadas. Leche condensada. Mayonesas de mil texturas y marcas, salsas de tomate… Tiquire Flores, Heinz… compotas, atúnes, sardinas, caraotas negras, rojas, blancas, garbanzos, lentejas, arvejas, alpiste, ajonjolí tostado, sin tostar… arroces blancos, arroces amarillos…  huevitos rojos, blancos y criollos. Me creo Alicia en el país de las Maravillas…  Me provoca una ensalada fresca…  me medio despierto, es que ha crujido mi estómago,  reclama la ensaladita del sueño. Me doy vuelta en mi cama,  sigo dormida y así quisiera seguir estando, me siento plácida en esos recuerdos, cómoda en un espacio que disfrutaba cotidianamente y no valoraba,  era lo natural. No había a nuestro modo de ver las cosas,  nada extraordinario en entrar al supermercado y poder comprar lo que el dinero de nuestro esfuerzo nos proveyera.  Estudiamos, nos graduamos "para ser alguien", para poder vivir cómodamente. Trabajábamos para poder darnos nuestros gustos, comer balanceadamente, ahorrar para poder irnos de vacaciones. Era nuestra realidad.  Esta sensación del sueño me encanta, me siento mullidita en esos recuerdos… Pero dentro del sueño me doy cuenta  que estoy dormida y que es sólo un  sueño,  y se van desvaneciendo las imágenes, y los pasillos se apagan, se escucha un eco que retumba y crece, sencillamente no hay nada, no hay alimentos, no hay medicinas, no hay repuestos, no hay sueños, no hay vida… y me veo entre la gente caminado sin rumbo, todos cabizbajos, como muertos ambulantes, con la cédula en la mano, viendo el final de mi número…hoy no  toca mi turno y cuando me toca no hay el alimento que necesito comprar, o no tengo dinero para comprarlo. 
Y se acerca un enjambre … son personas de aspecto amenazante… bachaqueros!!! , y siento unas inmensas ganas de correr, y me imagino escapando de esta Sodoma y Gomorra en la que han convertido a nuestro país. 
Y me despierto con el corazón saliéndose por la boca… 
Apenas son las 2 de la madrugada… sentimientos encontrados, siento deseos y a la vez  pánico de volver a dormir… Pero tengo que hacerlo, mañana toca llevar a sellar,  la carta de residencia que bajé por internet, para buscar las planillas del Consejo Comunal y firmarlas para optar a la bolsita de comida y no morir de hambre en este riquísimo país llamado Venezuela.

 @irmagomezp
C.D.M.

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