sábado, 11 de junio de 2016

Dormir o estar despiertos. Por Irma Gómez Párraga


Vivir en Venezuela se ha convertido en una pesadilla. No sabes que es peor, si dormir o estar despierto. Ambas acciones son desconcertantes. Duermo y me siento llegar a un país desconocido. Un lugar que se parece a Venezuela pero, parece que no es. En este lugar, pareciera se hablara un idioma distinto, una especie de dialecto incomprensible que me desconcierta, y me observo viendo a los lados y todos los habitantes. Y los desconozco y ellos me desconocen a mi, y se desconocen entre si. Pero lo extraño es que en mi piel siento que nos conocíamos, que éramos la misma gente. Ellos y yo hemos olvidado el pasado común. Transitamos atropelladamente sobre los escombros que van quedando con el despedazamiento del que creíamos nuestro país. Realmente tuvimos uno? O fue un espejismo. Se perdieron las reglas de comportamiento, se perdió la amistad, se perdió la vecindad. Unos extraños, viajando hacia la autodestrucción, unos contra otros y entre ellos mismos.
En esta nueva historia de vida, observo el etiquetamiento, la gente se limita a vivir según se le indica. Perdimos los puntos cardinales y nos vemos imbuidos en una especie de caleidoscopio alucinante.
Caen los muertos, uno a uno, al principio los identificábamos por sus nombres… Nos dolían, ahora perdimos contacto con la realidad y ellos flotan en el ambiente, una especie de limbo, y nosotros nos hemos acostumbrado. Ya ni siquiera son nombres, ni estadísticas, ni nada. Imagino que son efectos colaterales. Sencilla y tristemente no le importamos a nadie. Y ellos, nuestros muchachos, esos a quienes la situación los obligó a protestar por sus ideales, por su historia y que la mano opresora cegó su existencia, dónde están? La respuesta es, que no hay respuesta. Se percibe una ausencia inquietante. Pero yo oigo sus voces y me pregunto si habrá valido la pena morir por este pueblo que hoy ni siquiera sabe como se llaman. No me dejan dormir los pensamientos, el sentirme madre de cada uno de ellos, el sentir que su sangre se derramó en vano. Esta es una historia sin historia, una situación en la que la verdad no es la verdad, aquí nadie sabe nada de nada.
Me obligo a despertar, a intentar poner los pies en el suelo y lo que veo es espeluznante. Un atajaperros constante entre el oficialismo y la oposición, entre el mismo oficialismo y entre la misma oposición. Reuniones van y reuniones vienen, “Dizque” para dialogar. A otro perro con ese hueso, quien va a creerles eso? es un hecho público y notorio, que quienes dirigen el país desde hace mucho tiempo perdieron la capacidad de escuchar las necesidades de la población, (si es que alguna vez la tuvieron) sobre todo de aquellos que tuvieron que tomar las calles de manera pacífica por la falta de respuesta y atención a sus necesidades. Aquí nadie puede ni siquiera protestar por lo que es su legítimo derecho. Como comer, vivir en paz. Esos que en mi pesadilla, hoy yacen inermes con o sin nombres, con o sin recuerdos. Diálogo en este infierno en el que han convertido al que creía mi país.
Claro que querríamos un diálogo, pero honesto y sincero, deponiendo las actitudes violentas de parte y parte, en la búsqueda de una solución de verdad para todos, porque es el clamor de la inmensa mayoría de los venezolanos. Y lo evidenciamos en los resultados del 6 de diciembre, en los resultados de las firmas de la convocatoria al referéndum. Queremos el diálogo que nos conduzca al reencuentro de los venezolanos. Ese diálogo que no retumbe como una frase hueca y rimbombante. No como un argumento manipulador sin sustancia, como fachada para que crean que si hay democracia e interés de resolver los problemas evidentes que sufrimos. Sino como una verdad necesaria. Deseamos que impere la justicia, el respeto a los Derechos Humanos, la garantía del ejercicio de nuestras libertades democráticas que están legalmente establecidas en nuestro ordenamiento jurídico. El restablecimiento del equilibrio que nos de la certidumbre de poder tener posibilidades de progresar y conseguir el bienestar para todos.
Pero que encontramos, un montaje grotesco de una especie de teatro donde se burlan de nosotros y de los actores internacionales. Una especie de tarantín de marionetas para desviar la atención en los verdaderos caminos que se están recorriendo. Y me pregunto, qué papel juegan algunos actores de la obra, cuál es el fin último que se pretende conseguir. Y el gobierno continúa comportándose de la misma manera que ha hecho detonar este montón de problemas. El gobierno sigue sin dar un paso hacia adelante para demostrar su verdadero deseo de buscar una salida. Al contrario pareciera que sus acciones van más hacía una farsa que ayude a quitar un poco presión y que la olla no explote. A actuar para congelar el balón para ver como continúa atornillándose en el poder. La verdad es que, a mi modo de ver las cosas, solo se corre la arruga, para darse tiempo para seguir enquistados en el gobierno. Porque aquí todo es presunción, nosotros no sabemos nada de nada de lo que pueda ser la verdad verdadera. Lo que puede ocurrir, es que como olla a presión volemos en mil pedazos. Dios mío, prefiero volver al sueño. ese que califico de pesadilla. Pero es que se, que ahí lo que veo se supone no es cierto. Y qué es lo cierto? No lo sé. Pero lo que sí es cierto es que no quiero ni un muerto más, con nombre o sin nombre. Quiero esa Venezuela en la que me sentía en la gloria. Esa de la cual nos enorgullecíamos. No podemos revivir a los que han partido, no queremos más mártires ni próceres de esta nueva forma de independencia. Queremos vivir en Paz, en Concordia.
Dios mío, que angustia, quisiera dormir hasta despertar en una realidad distinta.
@irmagomezp

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