La palabra griega que
en la Biblia se traduce “resurrección” es anástasis, se define como la “acción de ponerse de pie
(levantarse) de nuevo”. Cuando se resucita a una persona, es como si se la
levantara; se le devuelve a la vida con la personalidad que tenía antes de
morir.
La resurrección
de Jesús es la creencia religiosa cristiana según la cual, después de
haber sido condenado a muerte, Jesús fue
resucitado de entre los muertos.
Partiendo de estas
premisas, entonces, resucitar es
revivir. Es regresar de la muerte real o
la sensación de estar muertos. Venezuela a mi modo de ver las cosas, estaba en ese tránsito donde creíamos estar desahuciados,
destinados a vivir esta vida miserable a la que nos ha conminado el gobierno o
ver como única salida el irnos a probar
suerte a cualquier lugar que al menos nos brindara un poco de seguridad y
paz. Independientemente que fuésemos a
pasar como decimos en buen venezolano roncha a otros derroteros. Así, se volvió moda, muy triste y lamentable por
cierto, el irse, el ver esas dolorosas imágenes de despedida con llanto, entre las
obras de arte como el vitral de Héctor Poleo y la más emblemática en el piso y la
pared del pasillo central, brillante y colorida del artista cinético Carlos Cruz Diez , que a título de cultura
general debemos conocer, denominada Cromo interferencia de color
aditivo, colocada ahí por cierto entre 1974-1978
y ocupa un área de 2.608 metros
cuadrados. Efectivamente, en una
entrevista que se le realizara a Cruz Diez en el año 2015, le preguntaron ¿Qué opina de que su obra en Maiquetía, Color
Aditivo, se haya convertido en símbolo de despedida de los venezolanos que se
van, de desarraigo quizás? Respondió - “¡Caramba,
eso me duele profundamente! Yo he visto que todo el mundo se toma fotografías
con sus pasaportes, dejando el país. Fíjate el arte se convierte en parte de la
vida y forma parte de nuestras vivencias. El aeropuerto es una vivencia para el
venezolano, como puede ser El Ávila. Lo que me duele es que mi obra sea
justamente para la despedida del país, me conmueve mucho”. Y así es y ha sido y no sabemos hasta cuándo
será, pero ese emblema nos ha arrugado el corazón y nos ha puesto en un umbral
del infinito dolor, de esa despedida que no sabemos si va a ser para siempre.
Ese sentir irreversible de saber en el fondo de nuestro corazón que quizá los que se van no los veremos más. Que nos damos un poco de ánimo con ese peor es nada de intentar sustituir el calor humano en
persona, con el paliativo el whatsapp, skype, en fin, la despersonificación
del ser. El tener y no tener. Y es que no nos dejaban alternativas. Un
enrarecido aire de muerte y asfixia
tenía una salida, irse o morir aquí resignados, porque así lo estábamos,
o al menos la sensación que quisieron tuviésemos.
Y
llegó un día, los tribunales enloquecieron y sacaron unas sentencias, que
cayeron como un petardo en la población y la gente graneada y tímidamente empezó a reclamar la ilegalidad del nuevo
abuso del que éramos objeto… y retumbaban las palabras como un eco sin
repercusiones… y Bingo, un hecho para nadie esperado, una declaración de una
persona, una funcionaria que nada más y nada menos ejerce el rol según el Art. 193 de la Constitución, de *
Defender los intereses del Estado y de la Sociedad. * Promover de oficio o a
petición de parte la acción de la justicia en defensa de la legalidad, hizo lo
propio. Y así la Fiscal General de la República, contra todo pronóstico, en el
cumplimiento de su deber, le metió un disparo desde adentro al régimen. Y como por arte de magia, hizo
que en Venezuela se ratificara la Teoría del Caos… algo que no debería tener
relevancia ni merecer loas, como lo es dar cumplimiento a lo que te corresponde
como funcionario, desencadenó un maremágnum de situaciones que tiene al filo del abismo al régimen y en
pie de lucha a la oposición. Y así, se
ha abierto una rendija que cada vez es
más grande por donde ha entrado una
bocanada de oxigeno que nos ha hecho resucitar… Y desde ahí estamos en pie de lucha, en cada
recóndito lugar de nuestra tierra, y en cada lugar fuera de ella. Era
tanta la asfixia que creíamos estar muertos en vida, andábamos como zombis con
una triste realidad a cuestas y nos llegó la hora del no retorno. Es que nos
arrinconaron tanto tanto, y fue tal el miedo, que hasta perdimos el miedo. Cada
represión, cada injusticia, cada muerto, alimenta la convicción del punto de no
retorno. Es que vivir así no es vida. No lograron aniquilarnos como seres
humanos. Pensaron que podrían hacerlo por
la inacción de un pueblo confundido ante las iniquidades.
Yo he sido funcionario
público con vocación de servicio y opino
que en el cumplimiento de los deberes y obligaciones de los funcionarios no hay
que agradecerles lo que hagan, porque su naturaleza es y debe ser la del
Servicio Público, es decir servidores públicos al servicio de los
administrados. El espíritu, propósito y razón de un funcionario al servicio del
Estado, no es al servicio del gobierno y mucho
menos de parcialidades políticas y de ninguna índole. Y aquí
se empasteló todo desde el mismo momento en que se le hizo perder la majestad a
las instituciones. Pretendiendo que están “obligadas” a ejecutar a ultranza y a
todo evento las órdenes recibidas, como si estuviésemos en un gran pelotón
militar. Y despóticamente, manipulan a los funcionarios
so amenaza de perder sus puestos de trabajo o cosas peores inherentes a su
integridad personal y la de sus familias.
Pero aquí se pelaron, se les
acabó literalmente el carburo…
Asi que, como soy una
persona agradecida SI TENGO QUE
AGRADECERLE a la Fiscal General de la
República, ponerse los ovarios en su lugar y perder el miedo a oponerse, y
aunque fuese tímida y extemporáneamente lo hizo. Sus declaraciones tienen el mérito de haber hecho que el régimen
hiciera aguas y que la oposición recordara que estaba viva.
GRACIAS Luisa Ortega
Díaz por los favores recibidos.
Hemos resucitado.
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