martes, 9 de mayo de 2017

Drenar para no reventar... Por Irma Gómez Párraga.



En tan solo 18 años hemos vuelto añicos un país que era lo más parecido al Paraíso terrenal.  Cruda realidad, cuesta darle crédito.  Situaciones incalificables que han desencadenado un camino sin retorno, una decisión irreversible  e irrevocable de un pueblo de luchar hasta restituir el orden jurídico conculcado.  En efecto, todos los acontecimientos han desencadenado la más ignominiosa de las tempestades que haya visto pueblo alguno.  Vemos caer en cada lugar un venezolano, unos a manos del hampa, otros por no conseguir las medicinas para curarse de dolencias y ahora, otros  a manos  de quienes deberían ser los garantes de la integridad de los ciudadanos.
Les cuento que hace unos años, para ser precisa 1991, siguiendo un  sentimiento nacionalista,  y convencida para ese momento que era algo importante para mi país, surgió la posibilidad de prestar  el Servicio Militar, que para esa época era obligatorio para los hombres pero que las mujeres podíamos optar a prestarlo a través de la Reserva. Se hizo un llamado a alistarse al  1er Curso para excedentes del Estado Miranda y ahí fuimos  42 profesionales en diferentes áreas, convencidos que era importante y necesario recibir la instrucción militar por si acaso, alguna vez nuestro país nos necesitaba. Recibimos lo que se denomina el período básico del soldado, instrucciones de todo tipo, orden abierto, orden cerrado, uso de equipos militares, uso correcto del uniforme, en fin recibimos instrucción sobre la ejecución ordenada, precisa y simultánea de movimientos tendientes a crear destrezas,  acostumbrarnos  a responder a las órdenes del Comando,  promover el espíritu de trabajo en equipo y ser respetuosos en el comportamiento.  En fin, conocí otra historia, otra óptica de la que me sentía inmensamente orgullosa.  Pero llegó el Hoy,  y al ver los acontecimientos, repasar uno a uno los videos de las actuaciones de los uniformados, al recibir en carne propia el atropello del que somos objeto por ejercer ciudadanamente nuestro descontento con las reiteradas violaciones a nuestros Derechos Humanos, se me voltea la tortilla, y como un balde de agua fría despierto de una especie de sueño en el que idealicé a las otroras Fuerzas Armadas Nacionales.  No se en qué lugar del camino la historia se torció. Eso seres  que  veo, disfrazados  con uniformes verdes,  distan  y en mucho lo que  un día creí. Porque lo que veo me da suma tristeza y miedo.  Una actuación descomunal que no tiene nada que ver con lo  que debería ser la actitud de un soldado al servicio de un país con Estado de Derecho.  Recuerdo el momento en que formalmente hicimos  el juramento de Lealtad a la Patria y sellamos el  compromiso con el ósculo a la Bandera Nacional. Mi corazón se me salía del pecho de la emoción por el compromiso contraído.  Recuerdo la instrucción y sus normas.  Y veo con estupor esta  banda  que cual pelea callejera sin normas y reglas atropellan con saña y odio, a puños, patadas y con lo que sea  a todo lo que se atraviesa, niños,  adolescentes, adultos, abuelitos, enfermos,  hospitales, edificios, carros, en fin todo lo que a mala hora  esté en su camino en ese momento.  A todas luces, y sin que me quede nada por dentro, no parecen ser venezolanos, ni militares ni nada que se les parezca.  Al menos me rehúso a  querer  creer que esos seres con esa conducta irreconocible puedan ser venezolanos.  Esos que vemos, configura un incalificable  montón  de seres  con el cerebro lavado creyendo en pajaritos preñados de estar luchando por salvar  un disque socialismo que hasta ahora  solo enriquece a los enchufados mientras el país se cae literalmente  a pedazos.  Por otro lado, una lucha encarnizada por restablecer el orden, la democracia, la PAZ. Mucha gente descontenta que protesta, que manifiesta, pero por el otro lado  un atajo de indolentes e insensibles  que se quedan a ver los toros desde la barrera o que sencillamente se hacen los pendejos o es que lo son. Siguen viviendo a una historia paralela, inexistente. Por acción se peca y se delinque, pero por omisión también le toca lo suyo. 
Sinceramente tengo sentimientos encontrados, por un lado desanimada y con mucha rabia y por el otro un corazón que aún palpita con la esperanza de un presente y un futuro mejor. No encuentro un calificativo que me cuadre y subsuma mi sentimiento, diría que es impotencia lo que hoy me invade. Observo cómo se sientan con desparpajo, alevosía, agavillamiento y ventaja a llevarse por el medio los más ínfimos vestigios de nuestra democracia. Literalmente se han limpiado el trasero con nosotros, con nuestras decisiones en las elecciones como Soberano y con el Estado de Derecho.  Ahora un nuevo llamado a otra locura ilegal, a los fines de congelar el balón y agarrar un respiro que los mantenga más tiempo en el poder a ver cómo le dan la vuelta y retuercen la convicción del pueblo de que llegamos al llegadero. Y le ponen con estas acciones, más carburo a asunto logrando reavivar la llama que nos tiene  de cabeza a todos y que nos mantiene en pie de lucha…
Sus actuaciones han roto  toda posibilidad de tejer puentes para restablecer el orden jurídico y social conculcado. Un divorcio entre lo que es, lo que creemos es y lo que debería ser. Y henos aquí, la mayor parte de nosotros comiéndonos un cable, haciendo interminables colas para todo, y regresando con este inmenso sentimiento de frustración que nos va llevando por una calle de amargura que nos conduce a enfermarnos y quizá, muchas veces  a tomar malas decisiones.  Si hacemos una retrospectiva  vemos  dentro de ese abanico restringido de posibilidades,  que se intentó a través de la figura del diálogo encontrar una forma de reconstrucción del país. Una comiquita más que oxigenó al gobierno. En sí el diálogo como tal no es malo, incluso diría que  podría considerarse en algunos casos una salida, solo si las partes que se sientan a desarrollarlo, tienen la disposición de buscar ese punto de encuentro, respetando los avances a los que se llegue a través de él. Pero en Venezuela, curiosamente como siempre, con nuestra Sui generis forma de actuar, todo funciona de cabeza. Unos pendientes de una cosa y otros de otra. Un ir y venir de personas como relleno para hacernos creer que para algo les importa el destino de Venezuela, a saber el papa, los expresidentes…  El fracaso total. Y es que el Sol no puede taparse con un dedo. Este presente  me preocupa, este que me mantiene sobreviviendo a algo que mis sentidos no terminan de digerir.   Un atropello inconmensurable que diezma a la población, no hay Estado de Derecho.  Tenemos que terminar de salir a la calle con responsabilidad, porque de no hacerlo  seguiremos teniendo a estos “ciudadanos” montados en el gran umbral de nuestra chequera de dólares provenientes del petróleo para seguir comprando voluntades. Sabandijas inmorales chupa dólares que tantísima falta nos hace a los venezolanos para sobreponernos a la inmensa crisis en la que estamos sumidos.
No se tú pero yo me saturé en grado superlativo.  Estoy como una olla de presión a punto de reventar.
Una mujer venezolana emblema de la oposición a todo lo que sea contrario a Derecho.
En la unión está la fuerza. Así que hagamos Democracia Dinámica y Activa.
El que no ejerce sus derechos los pierde y después a llorar para el Valle.
Irma Gómez Párraga.










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