En tan solo 18 años hemos vuelto añicos un país que era lo más parecido
al Paraíso terrenal. Cruda realidad,
cuesta darle crédito. Situaciones
incalificables que han desencadenado un camino sin retorno, una decisión
irreversible e irrevocable de un pueblo
de luchar hasta restituir el orden jurídico conculcado. En efecto, todos los acontecimientos han
desencadenado la más ignominiosa de las tempestades que haya visto pueblo
alguno. Vemos caer en cada lugar un
venezolano, unos a manos del hampa, otros por no conseguir las medicinas para
curarse de dolencias y ahora, otros a
manos de quienes deberían ser los
garantes de la integridad de los ciudadanos.
Les cuento que hace unos años, para ser precisa 1991, siguiendo
un sentimiento nacionalista, y convencida para ese momento que era algo
importante para mi país, surgió la posibilidad de prestar el Servicio Militar, que para esa época era
obligatorio para los hombres pero que las mujeres podíamos optar a prestarlo a
través de la Reserva. Se hizo un llamado a alistarse al 1er Curso para excedentes del Estado Miranda
y ahí fuimos 42 profesionales en
diferentes áreas, convencidos que era importante y necesario recibir la
instrucción militar por si acaso, alguna vez nuestro país nos necesitaba.
Recibimos lo que se denomina el período básico del soldado, instrucciones de
todo tipo, orden abierto, orden cerrado, uso de equipos militares, uso correcto
del uniforme, en fin recibimos instrucción sobre la ejecución ordenada, precisa
y simultánea de movimientos tendientes a crear destrezas, acostumbrarnos a responder a las órdenes del Comando, promover el espíritu de trabajo en equipo y
ser respetuosos en el comportamiento. En
fin, conocí otra historia, otra óptica de la que me sentía inmensamente
orgullosa. Pero llegó el Hoy, y al ver los acontecimientos, repasar uno a
uno los videos de las actuaciones de los uniformados, al recibir en carne
propia el atropello del que somos objeto por ejercer ciudadanamente nuestro
descontento con las reiteradas violaciones a nuestros Derechos Humanos, se me
voltea la tortilla, y como un balde de agua fría despierto de una especie de
sueño en el que idealicé a las otroras Fuerzas Armadas Nacionales. No se en qué lugar del camino la historia se
torció. Eso seres que veo, disfrazados con uniformes verdes, distan
y en mucho lo que un día creí.
Porque lo que veo me da suma tristeza y miedo.
Una actuación descomunal que no tiene nada que ver con lo que debería ser la actitud de un soldado al
servicio de un país con Estado de Derecho.
Recuerdo el momento en que formalmente hicimos el juramento de Lealtad a la Patria y
sellamos el compromiso con el ósculo a
la Bandera Nacional. Mi corazón se me salía del pecho de la emoción por el
compromiso contraído. Recuerdo la
instrucción y sus normas. Y veo con
estupor esta banda que cual pelea callejera sin normas y reglas
atropellan con saña y odio, a puños, patadas y con lo que sea a todo lo que se atraviesa, niños, adolescentes, adultos, abuelitos, enfermos, hospitales, edificios, carros, en fin todo lo
que a mala hora esté en su camino en ese
momento. A todas luces, y sin que me
quede nada por dentro, no parecen ser venezolanos, ni militares ni nada que se
les parezca. Al menos me rehúso a querer creer que esos seres con esa conducta
irreconocible puedan ser venezolanos.
Esos que vemos, configura un incalificable montón
de seres con el cerebro lavado
creyendo en pajaritos preñados de estar luchando por salvar un disque socialismo que hasta ahora solo enriquece a los enchufados mientras el
país se cae literalmente a pedazos. Por otro lado, una lucha encarnizada por
restablecer el orden, la democracia, la PAZ. Mucha gente descontenta que
protesta, que manifiesta, pero por el otro lado
un atajo de indolentes e insensibles
que se quedan a ver los toros desde la barrera o que sencillamente se
hacen los pendejos o es que lo son. Siguen viviendo a una historia paralela,
inexistente. Por acción se peca y se delinque, pero por omisión también le toca
lo suyo.
Sinceramente tengo sentimientos encontrados, por un lado desanimada y
con mucha rabia y por el otro un corazón que aún palpita con la esperanza de un
presente y un futuro mejor. No encuentro un calificativo que me cuadre y
subsuma mi sentimiento, diría que es impotencia lo que hoy me invade. Observo
cómo se sientan con desparpajo, alevosía, agavillamiento y ventaja a llevarse
por el medio los más ínfimos vestigios de nuestra democracia. Literalmente se
han limpiado el trasero con nosotros, con nuestras decisiones en las elecciones
como Soberano y con el Estado de Derecho.
Ahora un nuevo llamado a otra locura ilegal, a los fines de congelar el
balón y agarrar un respiro que los mantenga más tiempo en el poder a ver cómo
le dan la vuelta y retuercen la convicción del pueblo de que llegamos al
llegadero. Y le ponen con estas acciones, más carburo a asunto logrando
reavivar la llama que nos tiene de
cabeza a todos y que nos mantiene en pie de lucha…
Sus actuaciones han roto toda
posibilidad de tejer puentes para restablecer el orden jurídico y social
conculcado. Un divorcio entre lo que es, lo que creemos es y lo que debería
ser. Y henos aquí, la mayor parte de nosotros comiéndonos un cable, haciendo
interminables colas para todo, y regresando con este inmenso sentimiento de
frustración que nos va llevando por una calle de amargura que nos conduce a
enfermarnos y quizá, muchas veces a
tomar malas decisiones. Si hacemos una
retrospectiva vemos dentro de ese abanico restringido de
posibilidades, que se intentó a través
de la figura del diálogo encontrar una forma de reconstrucción del país. Una
comiquita más que oxigenó al gobierno. En sí el diálogo como tal no es malo,
incluso diría que podría considerarse en
algunos casos una salida, solo si las partes que se sientan a desarrollarlo,
tienen la disposición de buscar ese punto de encuentro, respetando los avances
a los que se llegue a través de él. Pero en Venezuela, curiosamente como
siempre, con nuestra Sui generis forma de actuar, todo funciona de cabeza. Unos
pendientes de una cosa y otros de otra. Un ir y venir de personas como relleno
para hacernos creer que para algo les importa el destino de Venezuela, a saber
el papa, los expresidentes… El fracaso
total. Y es que el Sol no puede taparse con un dedo. Este presente me preocupa, este que me mantiene
sobreviviendo a algo que mis sentidos no terminan de digerir. Un atropello inconmensurable que diezma a la
población, no hay Estado de Derecho.
Tenemos que terminar de salir a la calle con responsabilidad, porque de
no hacerlo seguiremos teniendo a estos
“ciudadanos” montados en el gran umbral de nuestra chequera de dólares
provenientes del petróleo para seguir comprando voluntades. Sabandijas inmorales
chupa dólares que tantísima falta nos hace a los venezolanos para sobreponernos
a la inmensa crisis en la que estamos sumidos.
No se tú pero yo me saturé en grado superlativo. Estoy como una olla de presión a punto de
reventar.
Una mujer venezolana emblema de la oposición a todo lo que sea
contrario a Derecho.
En la unión está la fuerza. Así que hagamos Democracia Dinámica y
Activa.
El que no ejerce sus derechos los pierde y después a llorar para el
Valle.
Irma Gómez Párraga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario