Tic tac, tic tac…
Y qué es la vida?
El término vida tiene su
origen etimológico en el latín. Concretamente procede del vocablo vita,
que a su vez emana del término griego bios.
Todos ellos significan precisamente vida.
La vida puede ser
definida desde diversos enfoques. La
noción más habitual está vinculada a la biología, que sostiene que la vida es
la capacidad de nacer, crecer, reproducirse y morir. En este sentido, la vida
es aquello que distingue a hombres, animales y plantas, de las rocas o una mesa. También estaría vinculada a la capacidad de adaptación de los seres a su medio ambiente.
La Vida es un valor incalculable desde el punto de vista de
la religión, que dice que debemos agradecerla y dignificarla. Vista desde la Nueva Era un aquí y ahora que
debemos disfrutar a plenitud. Para mí, un Don maravilloso que agradezco plenamente y
que hago lo imposible por matizar en todas sus gamas.
Pero…
Cotidianamente en nuestro país, una estadística alarmante de personas que caen
muertas por diversa índole. Muchos a
manos del hampa, otros a manos de los cuerpos de seguridad del Estado y una
cifra difícil de determinar de personas que fallecen de enfermedades físicas y
psicológicas.
Una espada de Damocles pendiendo en nuestras cabezas
amenazando con cortarlas.
Y así un día como hoy, nos levantamos y nos enteramos de la muerte de un
joven que trabajaba para entretener a la
gente, un comunicador que demostró ejercer su carrera con respeto, cariño y profesionalismo. Un
venezolano como muchos, con inmensas
ganas de vivir a plenitud. Murió víctima
del hampa que afecta de manera verdaderamente alarmante a toda nuestra población. Y la historia se repite, un día a tiros, hace
4 meses una amiga del teatro, otro hace casi 2 años, de una manera
indescriptible, una amiga del alma, cada día un desconocido, pero ser humano digno de respeto. Cada persona en este país llora la muerte de
alguien. Y es esa sensación de seres desvalidos
la que nos hace sentir profundamente vulnerables. Perdidos en
una especie de limbo en el que no encontramos
respuestas ni salidas. Estar alineados en una especie de cola imaginaria
en la que nos toca el turno, a otros y
luego a nosotros para enfrentar este
nefasto desenlace. Un juego macabro de
ruleta rusa que nos va cercando y arrinconando hasta exterminarnos. En este ir y venir de historias terribles y
alarmantes que hace crecer nuestro desasosiego exponiéndonos
a otra clase de muerte, enfermarnos.
Una especie de monstruo de mil
cabezas esperándonos y un laberinto
interminable de caminos que todos te
conducen a esta triste realidad.
Es un juego cerrado y sin salidas, porque ni siquiera vemos el interés por parte del Estado de
implementar políticas públicas para
detener contundentemente la situación sin violar los derechos. Han puesto en práctica acciones que han terminado exterminando y
desapareciendo personas. Y eso es tan ilegal como el tomar la justicia por
propia mano, pero agravada por el mero hecho de ser autoridades las que lo
ejecutan, que sería en todo caso quienes deberían garantizar nuestra integridad
como ciudadanos. Todas estas acciones nos invitan a la anarquía y a convertimos en algo
semejante a lo que estamos intentando erradicar. Somos una sociedad enferma, sufrimos una
especie de gangrena que nos carcome desde las entrañas. Vivimos una guerra
fratricida que nos conduce irremediablemente a la destrucción. Es tremendo sentirse pájaro agorero pero es difícil ser positivo
con todo este panorama. Me da pánico
entender que todos y cada uno de
nosotros corremos el riesgo de entrar en estas estadísticas. Yo no deseo
ser un número ni un titular de prensa. Desearía soñar que mágicamente a alguien
se le ocurra una idea para parar el curso de esta caída libre. Siento un vértigo inconmensurable que no me
deja ver con claridad nada. Tengo miedo. Solo me queda respirar con profundidad
y orar por un milagro. Bendecir a mi país y a sus habitantes con la
esperanza que regresen esas bendiciones
multiplicadas. Y con mucha tristeza les digo no creo en apoyos internacionales porque hasta ahora lejos de favorecernos nos
han empujado a un foso profundo y negro en el que es imposible ver con
claridad.
Un país desahuciado donde
no sabes cuánto vale tu vida ? Aunque
usted no lo crea, en Venezuela, la Vida ese Don tan preciado, es considerada
como un Derecho inviolable, tanto que el Estado está obligado a proteger la
vida de las personas en forma general e incluso a los privados de su libertad y
todas aquellos que en cualquier otra forma, estemos sometidos a la autoridad
del Estado. He aquí el gran problema, ustedes y yo a diario vemos y vivimos la
violación de tal Derecho. Llegando a niveles tan desesperantes que hasta para
nosotros mismos ha dejado de tener valor. Usando el argot boxístico estamos
tirando la toalla.
Muchos han emigrado y es totalmente aceptable y para nada
reprochable; porque la salvaguarda de tu vida y la de los tuyos está primero
que cualquier otra consideración. Y más cuando vives en un infierno en el cual
es prácticamente es una constante que te atrape el acontecer. Nadie debería
perder su derecho a expresar su descontento por esta materia que diezma nuestra
población. Y si tienes al alcance de tu mano tal posibilidad de quejarte o de
irte, la usas y punto. Los que no tenemos tales opciones por edad, por
profesiones o por cualquier otro argumento que pueda esgrimirse, tenemos que
quedarnos como cucarachas en baile de gallinas, escuchando el demoledor sonido
de ese tic tac, tic tac que nos indica que ha llegado la hora.
Y me pregunto… cuánto vale la vida?
Irma Josefina Gomez Párraga
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